Empezando una nueva aventura

Mi partida empezó hace ya 30 (35) años y en mi niñez, hasta los 10 años más o menos y que yo sea consciente, no tenía ningún tipo de problema remarcable. Veía el mundo como algo bonito, donde tenía libertad para hacer lo que quisiera, tanto en casa como en la calle o escuela, donde estos 3 entornos serían importantes a la hora de diferenciarlos para mi.

Mi casa

Era mi lugar favorito, mi refugio, mi zona segura donde al estar en un medio monte, había naturaleza alrededor y tan solo estábamos mi familia y los abuelos por parte de madre, totalmente aislados de cualquier tipo de vecino, aunque tuvieramos la civilizacion a 10 minutos andando.

Vecinos no, pero si teníamos muchos gatos semi-salvajes que andaban por ahi y venían a pedir comida y a acompañarnos un poco, perro, gallinas, conejos (Tengo flashes de cómo les cortaban el cuello y los colgaban para desangrarse…) y más adelante con ya 8-9 años empezaba a descubrir los videojuegos e internet, donde me lo pasaba genial por un foro de Dragon Ball que ya ni existe y jugando a algún que otro juego del PC o a la nintendo 64.

Además, fue el boom de Pokémon, que lo disfrute como nunca porque en aquel entonces, la información salía a cuentagotas y todo lo demás me lo imaginaba.

Cuando llevaba mucho tiempo encerrado en casa, me daba por salir a correr por los alrededores, con el perro y con algún que otro palo que cogía y lo utilizaba a modo de espada, ya que me encantaba la fantasía y el tema de la magia, dragones, los monstruos, los guerreros de la edad media etc. Aquella sensacion de libertad me hacía sentir único y especial. Cogía un palo, un hacha o lo que fuera y me imaginaba que era un guerrero que iba a luchar contra otro ejercito.

Otras muchas veces invitaba a mis amigos a casa a jugar a algún videojuego o a dar una vuelta con el perro y cuando nos tocaba regresar de los paseos, mis amigos empezaban a correr cuesta abajo mientras yo retenía al perro y cuando consideraba que ya  estaban a unos cuantos metros, soltaba a mi perro que iba tras ellos, pareciendo aquello los sanfermines y todos riendo y gritando con emoción.

Tenía de todo y no necesitaba tanto socializar con los demás, en ese sentido seguía los pasos de mis padres que también pasaban el mayor tiempo en casa, junto con mi hermano mayor. El que menos estaba en casa era el mediano, que a la mínima oportunidad se escapaba de casa.

La escuela

A pesar de la pereza y las pocas ganas que uno tiene de ir a la escuela, yo iba a gusto. No es que quisiera ir, pero era un buen punto de encuentro de ver a gente que de otra manera no lo hacia. Además, como era el hijo menor y mis otros hermanos mayores también estaban en la misma escuela, los amigos de mis hermanos me saludaban y eso era como ser alguien con alto rango en la escuela, ya que me sentía protegido de alguna manera por los mayores.

Entonces ahí me empecé a dar cuenta de que aunque fueramos niños, existía cierto status social por ser quien eras, en este caso me daba respeto por ser el hermano menor de mis dos hermanos mayores. Entonces aquí me di cuenta por primera vez que había una relación entre quien eras y el trato o respeto que te puedan dar por ello.

A ver, no era algo sumamente diferenciador, pero cuando algo malo nos pasaba, sobre todo con los de un año mayores que nosotros, siempre estaba yo cerca de los amigos de mis hermanos para que no se pasaran de listos.

También en aquella época tuve alguna historia remarcable como las siguientes:

Mi propio show

Tendría yo como 9 años y estábamos en 3 ro de primaria.

Nos encontrábamos en la sala de gimnasia de la escuela, en un taller especial de interpretación y creatividad, divididos por 5 grupos de unas 4 personas cada uno.

El caso es que teníamos que preparar un pequeño teatro de temática libre que durase entre 5 y 7 minutos para luego actuar delante de los demás sobre lo que habíamos preparado. Si no llegabas al mínimo de 5 minutos estabas suspendido en dicha actividad, esa era la regla.

Mi grupo pensó en algo y ensayando con lo que teníamos vimos que apenas llegabamos a los 3 minutos de teatro. Aquello pintaba mal ya que no se nos ocurría que más meter y nos preocupaba el suspenso.

Nuestro teatro se basaba en una pareja que iba al cine a ver una película de risa, y yo y otro compañero éramos los actores de aquella película, donde hacíamos un par de chistes, la pareja se iba del cine, se despedian y se acababa. 3 minutos nada más.

Y de repente el profesor dijo que el tiempo se acabó y llegó nuestro turno de presentar. Con los nervios, dijimos que cada uno improvisara o alargara un poco más su diálogo o su parte para así y de milagro poder llegar a los 5 minutos. Yo dije que vale, aunque estaba nervioso y no sabía que hacer.

Empieza nuestra actuación, va pasando el tiempo y veo que los miembros de mi grupo no estaban alargando nada, de hecho, parecía que tenían prisa por acabar su parte. Iba a llegar nuestro turno, que era casi la parte final y teníamos que alargarlo todo… Madre mia…

Empieza nuestra parte de la película y empezamos con los chistes preparados. Cuando llegamos a contar el último chiste, mis compañeros me hacen un jesto con la mano de que haga mas de que solo llevamos 3 minutos. Yo no sabía que hacer, pero dije: “Aquí empieza mi Show”.

Y no sé si poséido por el espiritu de Mr.Bean o qué, pero empecé a hacer yo solo historias de escenas graciosas, a lo monologo cutre con actuación incluida y mi compañero me miraba con asombro.

En una escena fui un golfista que le daba fuerte a la pelota y que hacía como que no veía donde caía a lo lejos y que de repente, esa pelota me daba a mí en la cabeza. Muy Absurdo, pero lo exageraba y hacía tan bien que todo el mundo se reía a carcajadas y los de mi grupo aún más porque no se lo esperaban.

Otra escena era que iba esquiando por unas pistas y que miraba a mi derecha para advertir a mi compañero de que tuviese cuidado con el poste que más adelante había. Pues en ese mismo instante y al mirar yo de nuevo hacía delante, simulaba que me la pegaba con otro poste y me quedaba K.O. Chistes y actuaciones que por lo bien interpretados que estaban y lo absurdo que era, los demás niños se lo pasaban bomba.

Y así acabó nuestra función. Aplausos y más aplausos, todo el mundo flipando con aquello, la profesora dándonos la felicitación y obviamente la nota más alta.

Fue una tarde espectacular y en boca de todos estaba la frase de “wow me ha gustado mucho lo que has hecho, que buena tarde hemos pasado, eres un genio…” aquello parecía el mejor show al que habían asistido nunca, mejor que el cine y el circo.

Aquel día me fui a casa contentísimo, había hecho divertir a la gente y yo también me divertí haciéndolo y ganándome las felicitaciones.

Ahí me dí cuenta de que tenía una gran imaginación y que le podía sacar provecho a ello, incluso para poder hacer disrutar a los demás. Era el humor, lo que hacía que la gente lo pasara bien y eso me gustaba. Me gustaba y quería más por lo que seguí por ese camino de ser gracioso.

El conductor de la escuela

Después del anterior suceso pasamos a otro que ocurrió tiempo después.

Mi escuela no estaba en mi mismo pueblo sino que estaba a unos 15 minutos en autobús. Por ello, cogíamos el bus a las 8 a.m y luego al acabar las clases a las 16:30 tomábamos otro bus de regreso.

En esos trayectos y al ser nosotros niños, teníamos un cuidador y un conductor por autobus, donde estos se iban rotando cada cierto tiempo.

Pero entre los conductores, uno destacaba entre todos los niños. Destacaba porque era el más divertido y gracioso, ya que le gustaba el cachondeo como a nosotros y antes de arrancar el autobus iba por el pasillo saludando y jugando con todos los chavales. Cantaba con nosotros las típicas canciones chorras que teníamos y alguna vez que alguien se sentía justo detrás del asiento del conductor, sacaba las manos hacia atrás y te pellizcaba suavemente los pies, como jugando contigo. Todo el mundo le quería y quería sentarse cerca de él.

Bueno, lo importante de todo es que yo no sé por qué, sentía o notaba que a mí no me trataba con el mismo cariño que a los demás. No lo sé por qué, sospechaba que era porque era algo más «feo» que los demás (Ya que en aquel entonces tenía los dientes y paletas muy grandes) pero claro cuando uno empieza a sentirse así, ya cada detalle se lo toma desde esa perspectiva de desconfianza.

Además yo iba con mi mejor amigo siempre en el bus y veía que con él la relación era mejor que conmigo, como que a mi me dejaba un poco de lado. Al final para mi perdió aquella etiqueta de conductor majo y divertido, para pasar a ser alguien con quien no me sentía tan comodo y mejor guardar las distancias.

Hasta que un día cualquiera, me monté al autobus e iba yo buscando un asiento con mi amigo, donde teníamos un pique entre risas entre nosotros y mi amigo le dice al conductor en tono broma también, que me castigara, que me había portado mal.

Y el conductor, a modo de querer jugar conmigo y «a modo de castigo», me cogió, me puso boca abajo en unos asientos y me metió unos cuantos azotes en el culo, diciéndome que me portara mejor. Seguramente esos azotes fueran muy suaves y lo hizo en tono broma. Pero para mí no lo fue.

Me quedé en shock, no me esperaba que tuviera esa reacción el conductor (al que ya no le tenía mucho aprecio). Entonces me lo tomé como algo “violento y negativo” hacia mí.

Una vez puestos en marcha empecé a llorar. Lloros y más lloros hasta que la cuidadora se dio cuenta. Yo seguía sin dar crédito a lo que había sucedido. Si ya desconfiaba un poco de él, esto ya fue la gota que colmó el vaso. Sentí como si me hubiera pegado alguien que me «odiaba» y sin razón. No entendía nada.

Me bajé del bus, llegué a casa y claro, mis padres me vieron llorando y preguntaron lo qué había pasado y sollozando entre lágrimas dije:

“El conductor me ha pegado”

Mis padres incrédulos, no daban crédito.

Mi padre, con lo que era, se quedó a cuadros de lo que le había contado su pobre hijo y estaba dispuesto a ir al colegio inmediatamente a saber qué demonios había pasado. Yo diciendole a mi padre que no hiciera nada, que no quería problemas y él diciendo que sí, que aquello era algo muy grave y que no iba a tolerar algo así.

Y fuimos para la escuela echando leches mi padre y yo. Fuimos y menos mal que era tarde y que la dirección de la escuela estaba cerrado, porque si no hubiera montado el pollo del siglo.

Nos acercamos a la parada de autobús del colegio y solo quedaban algunos conductores. Mi padre pidió nombre y apellidos de aquel conductor. Y vuelta para casa.

En fin, al final mi padre escribió una nota bastante larga, pidiendo explicaciones y que aquello era muy grave etc. Me lo dio a mí para que se lo diera a la cuidadora y esta lo pasara a dirección. Yo no quería dar aquella nota a nadie, porque no quería ser el típico chivato o el típico que se va quejando y haciendo enemigos, además que luego tenía que verle la cara al conductor… Y mi padre me dijo que lo diera sí o sí y que si no lo hacía, lo haría él mismo y sería peor.

En fin, que di la nota y ya no supe más y quise olvidarme del tema. Pero si note un cambio brusco en el conductor. Yo sabía lo que había hecho, le había acusado de algo grave (con o sin razón) con lo que le iban a llamar la atención seguro.

Recuerdo que el conductor cambió totalmente su “poco cariño” que tenía hacia mí y era como que me evitaba y ya no existíese para él. Le habría caído una buena bronca seguro. Seguramente se estaría cagando en mi cada vez que me veia y no me gustaba que alguien pudiera tener esa sensación de odio hacia mi, con esa tensión entre los dos.

Bueno así acabo el asunto más o menos. Tiempo después y siendo ya unos cuantos años mayor, me senté justo detrás del asiento del conductor y claro, el conductor era él. Aunque ya habíamos crecido un poco, él seguía con sus bromas y con su típico pasar una mano para atrás y tocar los pies de los que se sentaban. Pues no se habría fijado en que yo estaba detrás, por lo que cuando jugó y miró por el retrovisor con una sonrisa para ver las reacciones y… se dio cuenta de que uno de ellos era yo y se le cambió la cara por completo y paró de jugar.

Pero lo más curioso, fue cuando en otra ocasión y siendo ya un adolescente, un amigo mío se bajó antes que yo en una parada y yo para despedirme y decirle algo desde el autobús, aporreé la ventana con unos golpes y al escuchar dicho ruido, el conductor, que era él, no le gustó nada y no sé si a sabiendas o no de que era yo el culpable de ello, dijo:

“Eh a ver el chaval que está dando golpes a la ventana, que pare ya, que el cristal no es para eso… (un momento de silencio) y después dile a tu padre que te pego.”

Eso sonó como venganza de sus ganas que tenía de devolverme aquello que en su día «yo le hice», como justificandose de que yo no era un santo tampoco. Creo que aquel día se sacó una espinita y supongo que en su día, él también lo pasaría mal por mi.

Y esto me hizo ver que para quejarte de algo, uno mismo tiene que tener sus deberes bien hechos, porque si no, te pueden echar en cara otras cosas en algún momento, como me pasó.

Puede ser que sea por esto que no me atrevo o no confío tampoco el contar lo mal que me siento a nadie, porque puedo sentir que en otra ocasión, lo pueden utilizar contra mi o para echarme en cara.

El gigante débil

La edad, era un factor importante en la escuela, ya que cuanto más mayor eras, más poder tenías sobre los más pequeños.

Y en cierto momento se pusieron de moda en la escuela el coleccionar unos muñecos de 7 cm de Dragon Ball, donde los niños nos lo enseñábamos e intercambiábamos entre nosotros.

El caso es que yo con 8-9 años, confiaba en todo el mundo y ni se me pasaba por la cabeza el robar dichos muñecos a nadie. Pero a alguno resulta que sí. Con un niño de mi misma edad me intercambié un muñeco por varios días. Total que al siguiente yo le devuelvo el suyo y el me dice, que su madre lo ha metido en la lavadora y no me lo podía dar en ese momento, pero que mañana sí. El siguiente día tampoco me lo pudo traer que se le había olvidado, pero yo ya estaba mosca y no quería que pasara ni un día más.

Al tercero, y al no estar en mi misma clase, me costaba coincidir con él y no le veía por ningún lado. Hasta que pasó 4 días sin verle y al quinto le pregunte a una chica de su clase que a ver si le había visto, a lo que la respuesta de aquella fue:

«A ese? no, no si ya no está en esta escuela se ha cambiado a otra, hace varios días»

Mi cara fue como «¿Qué?» vamos que el listo de él intercambió conmigo un muñeco sabiendo que no iba a volver más a la escuela y no me vería más, para no devolverme y robarme mi muñeco de cell al que le tenía mucho cariño.

muñeco de cell
Este muñeco en concreto era

 

Me pareció lo más rastrero y sucio que me habían hecho nunca y fue a la persona que mas odié durante un tiempo (luego me enteré de que a más gente le había hecho lo mismo) . De hecho, un par de años más tarde coincidimos varias escuelas en un evento en el monte y él iría también, donde yo aún le tenía ganas y más gente también, pero dijimos que ya no merecía la pena, habíamos crecido y cambiado y esos muñecos ya ni nos importaban, dejándolo pasar, pero nunca olvidandonos.

El hecho es que algo parecido volvió a ocurrir y que viene al caso con la historia. Esta vez dejé un muñeco de goten a un chaval 2 cursos menor que yo, para el tiempo del recreo. A la tarde le veo y le digo que qué tal con el muñeco y que me lo devuelva. Pues me dice, que imposible, que se le ha quedado atascado en una fuente mientras lo limpiaba. Yo le dije, que qué me estaba contando, que me lo diera, y me decia que no, que vayamos a la fuente y lo intentaramos recuperar. Fuimos y alli no había nada. Le dije que me lo diera que me estaba enfadando y él me dijo que no.

figura goten
este mismo muñeco

Justo era la hora de entrar a clase de nuevo y el empezó a correr hacia la suya para escaparse. Yo estaba alucinando pero también tenía las de ganar, ya que era mayor que él, por lo que entré a su clase en su busca y el se estaba escapando de mi. Total, que empezaron a entrar más alumnos a esa clase y en vez de respetarme porque era mayor que ellos, me empezaron a fastidiar a mi para que no agarrara al ladrón. De repente y no sé como, me veo rodeado de otros estudiantes. Como si un grupo de hienas rodearan a un león y este, aunque más fuerte, se ve incapaz de hacer nada.

Así me sentí yo. Ví que no podía hacer nada y de la impotencia, me fui corriendo y llorando justo cuando vino su profesora y todos acabaron riendose de mi por aquello.

Yo llorando de la impotencia y rabia que me dió aquella situación tan injusta, y yo que era un gigante al lado de ellos, había perdido por estar solo. Y ahí me dí cuenta.

Solo no eres nadie, la unión y tener a gente que te apoya, es el verdadero poder. Y es algo que pienso hoy día, da igual que seas el más rico, el más listo, el más guapo… lo que importa es tener a gente conocida, a apoyos, contactos… dispuestos a «ayudarte» de alguna manera.

La creatividad como un don

La creatividad creo que es un don y a mi se me manifestaba mucho en la escuela y esto lo relacionaba con el humor y mucha gente me decía que estaba totalmente loco por las cosas que decía y hacía.

Esto me hacía sentir fuerte, ya que en aquella edad del pavo, siempre lo hacía para reirnos de todo, y con aquello que estaba loco, me sentía protegido porque «eh, cuidado conmigo que estoy loco».

Recuerdo un día, que mi creatividad me ayudó a ganar un lema a favor de la lectura, donde la clase votaba al mejor lema inventado al momento y yo creé uno que decía

«Como la virgen maría a leer cada día»

En otra ocasión también en los lavabos del colegio, tenía con otros chavales mayores que yo, una broma de que yo era muy rápido corriendo pero no tanto como mi sombra. Entonces en ese mismo lavabo intentaba atrapar a mi sombra, con poco resultado, pero era todo una pequeña performance, donde la gente se acercaba a mirar y ver lo que hacia, como si aquello fuera una atracción.

No sé, tenía ese don de atraer a la gente con mi creatividad y mi humor. Siempre me he considerado una persona con una imaginación bastante grande y puede que aunque esto sea positivo, para imaginarme y sentir cosas negativas también me ha podido pasar factura.

Ahora vamos con mi situación en la calle, que quizás sea la más rara de todas y en la que más cosas hay para analizar.

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