La calle

La calle

La calle siempre ha sido como mi kryptonita. Siempre me ha gustado salir con mis amigos por ahi a dar un paseo, a jugar a fútbol, a comprar chucherias y a hacer trastadas.

Pero ello también conllevaba encontrarse con otros chavales, donde no todo era buen rollo, sino que había encontronazos. Además, aquí no había ese «control» que había en la escuela en forma de profesores. En este sentido, veía a la calle como una jungla y caos, donde cada uno que se defienda como pueda.

Además, como he dicho, mis padres no eran ejemplo de salir por ahi y cada vez que sus hijos lo hacíamos, sobre todo mi madre nos animaba con «ten cuidado» en vez de «pásatelo bien». Estaba claro que, de alguna manera, la calle parecía no ser un lugar muy seguro para mi.

Recuerdo que en fiestas de mi pueblo donde yo quería salir un poco con los amigos por la noche ya que todos iban a salir un poco y estando ya en la preadolescencia y con ganas de descubrir un poco ese mundo nocturno, mis padres no me dejaron alegando que era muy joven. Yo insistía, pero mis padres no me dejaron. Aquello me frustró mucho,teniendo envidia de mis amigos, pensando en que se lo estarían pasando bien, escuchando la música de la fiesta desde mi casa y yo muriéndome de rabia.

Entonces, por cosas como esta y como las siguientes historias, empecé a tener una sensación de que la calle no era un lugar tan bonito como el ambiente familiar o como lo era la escuela, lugar al el que mis padres me recalcaban que era muy importante ir y que dificilmente faltaba ningún día escolar a no ser que estuviera gravemente enfermo que habrían sido 5 días en total en 8 años.

La parte buena es que yo ya tenía mi grupito de amigos que los conocía de hace mucho, lo cual me hacía sentirme protegido de alguna manera sobre esa sensación «insegura» que a veces me producía la calle.

El caballo en el agua

Esto ocurrió un verano en las piscinas al aire libre municipales de mi pueblo. Ya sabéis, esa sensación de verano y que las clases habían terminado, esa buena sensación de estar de vacaciones, de aprovechar el día por ahí con los amigos con buen tiempo, etc.

Tendría yo como unos 7 u 8 años y me encantaba el agua (Y me sigue encantando). En un momento, me encontraba apoyado en el borde de la piscina, haciendo burbujas con la boca y respirando con la nariz, como si fuera un cocodrilo.

De repente, un chaval que iba andando por fuera de la piscina, se para y me mira desde arriba. Se  empieza a reír y a imitarme pero fuera del agua. Parecía que, lo que yo hacía le estaba gustando y le hacía gracia y yo saqué mi cabeza entera, le sonreí y seguí haciendo más fuerte mis burbujas. Pensaba que estabamos jugando, pero en una de estas me dice:

“Que guay, ¿eh? Haciendo todo el rato ese ruido… pareces tonto y con esos dientes que pareces un caballo…”

Y se marchó. No sé, fue una tontería, pero a mi me dejó aquello con una sensación extraña. ¿A motivo de qué viene ese ataque gratuito y esas ganas de insultar o menospreciar a otra persona? No entendía y además, de la manera en que lo hizo, es decir, desde primero parecía que todo iba bien y después dandome el palo, era aún más desagradable.

Ahí vi que el utilizar el sarcasmo o la ironía contra mi, me molestaba más que el hecho de insultarme directamente. Y también entendí que había gente que simplemente le gusta joder a los demás, por placer o no sé por qué. Era incapaz de comprender esas actitudes.

Mis queridos muñecos

Era la época del auge de Pokémon y Digimon, que son unos monstruitos de dibujos animados que luchaban entre sí. Pues bueno yo era fan de esas series y tenía varios muñequitos de unos 5-7 cm con los que me pasaba el día jugando y los llevaba a todas partes conmigo.

Un día los quise bajar a la calle y mi padre me ofreció una riñonera para transportarlos. Pues eso, los metí ahí todos, me puse la riñonera de color rosa y azul y fui a la calle tan contento.

Era algo parecido a esto

 

Cuando me encontré con mis amigos, yo estaba todo orgulloso enseñandoles aquellos muñecos desde mi super riñonera y quedaron encantados. Nos sentamos un rato en un murete de un paseo que había y en una de estas se acerca un grupo de chavales, que no conocía pero que parecían tener una edad similar a la nuestra.

¿Tú sabes cuando ves a gente acercarse pero que simplemente por el ruido que sacan y por como hablan, ya te parecen sospechar y te ponen en alerta aun no sabiendo nada de ellos ni de lo que puedan hacer? Pues eso mismo.

Nosotros nos callamos a la espera de que pasaran, para seguir con lo nuestro.

Ellos eran unos 5, igual que nosotros, pero los que iban a ser protagonistas eran un grandote y un moreno con ojos de besugo. Pues bueno, al pasar al lado nuestro, el grandote se fijó en que yo tenía a un muñeco en la mano y me preguntó:

» a ver, ¿qué es eso que tienes ahí? ¿me enseñas?»

Yo escuché esto y asentí, no tenía nada que perder y feliz de enseñar mis muñecos, aunque desconfiado.

Se sentó a mi lado derecho y le empecé a mostrar varios muñequitos, sacándolos de mi riñonera, lo dejé justo al otro lado por si acaso, en mi lado izquierdo. Le estuve explicando un poco lo que era cada muñeco, aunque el tio se veía que no tenía mucha idea de aquello. Iba cogiendo muñecos de mi riñonera a la izquierda y me ponía a hablar con el a mi derecha. Me relajé porque parecía interesado y los demás chicos empezaron a hablar con mis amigos. Pero cuando volví a meter la mano de nuevo a la riñonera noto como que el de ojos de besugo estaba metiendo también la mano.

Me sorprendí y levanté rápidamente cogiendo la riñonera como pude y como estaba medio abierta, algunos muñecos salieron despedidos y cayeron al suelo. El maldito ojos de besugo cogió rápidamente algunos de los que se habían caído y se alejó, pudiendo yo hacer poco, ya que estaba ocupado intentando recojer los que podía e ir a por el ladrón, que no sabía todavía como perseguirle, ya que estaba mirando aun al suelo e intentado encontrar más muñecos.

«Mierda macho, por despistarme con el grandote me he olvidado de vigilar mis muñecos y mira lo que pasa.»

Fui a donde el grandote, que se quedó ahí, pero entre que era el triple que yo y me decía que:

» A mí no me digas nada que no tengo nada que ver. Yo no te he robado nada. Mira ahí tienes a otro muñeco que se te ha caido.»

Y como tenía razón y me ayudó a encontrar a uno , pues no hice nada, más que enrabietarme y tener un buen susto y shock en el cuerpo. No miré la riñonera, simplemente, de ahí al rato me fui a casa.

Como pude, saludé a mis padres y ese día me tocaba baño. Entonces entré al cuarto de baño y miré la riñonera. De 9-10 muñecos que tenía, ahora tendría unos 6-7. Me habían robado. Algo que yo quería mucho y con lo que tenía mucha ilusión, había desaparecido. Los muñecos no hablaban, pero de alguna manera, yo los humanizaba y pensaba que eran algo más que simples muñecos, eran mis muñecos, a los que trataba bien y con los que jugaba.

Yo lloraba y lloraba de rabia y dolor junto con los muñecos que habían sobrevivido. Los miraba y lloraba diciendo que no puede ser. Los muñecos robados estaban ahora con otro que no era su dueño y a saber de qué manera los trataba. Sabiendo lo que hizo, seguro que los descuidaba y los maltrataba.

Y así, llorando y llorando me metí a la bañera y juré vengarme por semejante acto.

Me enteré del nombre real de ese ojos de besugo y con mi imaginación, hice unos dibujos de unos monstruos torturándolo y matándole a él, como venganza por haberme robado y hacermelo pasar mal de esa manera. Esa fue mi venganza. Todas las torturas que podía imaginar se plasmaron en unos dibujos a boli y con poca calidad pero que eran suficientes como para quedarme a gusto y dejarlo a modo de desahogo. Aún hoy en día conservo esos dibujos en una carpetita en casa, al igual que mis queridos muñecos, por su puesto:

Ahora me doy cuenta de que con estas cosas, se notaba que era una persona bastante sensible y que aunque no soy rencoroso, no olvido tan fácilmente las cosas que yo siento.

Campamento de verano 1

Llegado el verano, mis padres me llevaban de acampada a través de la escuela, lo cual a mi no me hacía ninguna gracia, ya que nos hacían madrugar en nuestras vacaciones y tenía que hacer  actividades con otra gente que no conocía y esto no me apetecía. Sentía como que me robaban el tiempo de mis vacaciones en estos campamentos de verano.

Pero esta vez era diferente. Mis amigos y yo éramos lo suficientemente mayorcitos como para ir todos juntos y tener otros objetivos, como el de hacer amigos e incluso ligar, así que ese verano y con 12 años fuimos de campamento a un pueblo cercano con playa.

Llegó el día y eramos bastante gente aparte de nosotros, con lo que había gran intriga entre todos. Fuimos en autobús, tardando una hora más o menos hasta llegar a nuestro destino, un pueblo pesquero con una pequeña playa. Llegamos al anochecer y después de dejar todas nuestras pertenencias en nuestras habitaciones, nos llamaron para reunirnos todos en la playa para presentarnos ante los demás.

Una vez ahí, todos los chavales que seríamos unos 30 nos sentamos en corro en la arena y nos dijeron que empezaría la ronda de presentaciones. Para entonces, ya había anochecido y los monitores tenían linternas, siendo la única fuente de luz que había ahí, por lo que apenas nos veíamos las caras los unos a los otros. Aún así, uno por uno teníamos que ir levantándonos y presentándonos ante el resto.

Una chica se levantó pero muerta de la vergüenza no supo que decir. Como los monitores veían que por nosotros mismos no sabíamos que decir, nos pideron que dijésemos nuestros nombres y por qué habíamos ido a ese campamento. Uno de los monitores puso de ejemplo “Soy Ramón y he venido… para hacer nuevos amigos”.

Y todos, uno por uno, seguían esa coletilla “Soy Ana y he venido… a disfrutar de la playa” “Soy Alberto y he venido… porque me han obligado” “Soy Julián y he venido… a pasarmelo bien” todos así.

Yo era de los últimos en presentarme y entre tantas presentaciones aburridas y monótonas, se me ocurrió de repente por la cabeza, hacer una broma para romper un poco aquello y darle otra vidilla. Llegó mi turno, me levanté y dije…

“Soy Ander y he venido…. En autobus”

y me senté rápidamente.

Todos murmuraban sobre lo que yo acababa de decir, algunos no entendían nada y otros se quedaron alucinados. Nadie se rio ni nada, no entendieron bien la broma o directamente era un mal chiste, no lo sé, pero al menos lo había intentado.

No conseguí lo que quería, pero me daba igual. Los días siguientes, la gente poco a poco íbamos acercarndonos entre nosotros y abriéndonos un poco más. Me fijé que había varias chicas, algunas atractivas para mi, pero yo era muy tímido en ese aspecto, demasiado y ni me acercaba o intentaba disimular si alguien me atraía, no sé por qué. Es curioso porque siempre me han impuesto las cichas, pero de esto ya hablaremos más adelante.

Un día, dando un paseos todo el grupo junto por aquel pueblo pesquero, dos chicos un año mayor que nosotros y que eran un poco macarrillas, estaban como intentando entablar algún tipo de conversacion con nosotros.

En aquel paseo, uno de mis amigos tenía unas chucherías. Aquel amigo mio, tenía fama (dentro de nuestro grupo) de ser un auténtico mentiroso (le llamaremos el bolas) y un poco rata, que no pensaba en los demás. Por eso y sabiéndo como era, le teníamos un poco manía por sus actitudes y sus mentiras y creíamos que no compartiría con nadie esas chucherías ya que era bastante egoista en ese sentido a no ser que compartiéndolos, él ganase algo. Pero de repente y ante todo pronóstico, «el bolas» les ofreció aquellas chucherías a aquellos malotes.

Pues poco a poco, vi como el Bolas caía en gracia con ellos. Los demás estábamos un poco atónitos, porque sinceramente, el Bolas no es a priori una de las personas más amigables que existen y de hecho era parte de nuestro grupo porque otro lo rechazó por caer mal.

Total, que gracias a él los demás hicimos una pequeña amistad con aquellas dos personas. Yo, que ya vi que había cierta complicidad entre los dos grupos, hice o dije alguna broma o tontería que ya no me acuerdo cuál fue. Pero a aquellas dos personas les hizo gracia de otra manera. Se rieron de mi, como haciéndome ver que era un tonto por hacer o decir aquella broma.

Se reían pero no de lo que decía sino de mi, porque les parecería un tipo peculiar o un chico que decía cosas para hacer gracia y parece ser que el intento de ser gracioso y poner buen ambiente, no siempre es algo que se reciba con aprecio, sino que causa rechazo.

Entonces para ellos ya era aquel tonto que intentaba ir de gracioso y decía cosas tontas y me sentía un poco en el punto de mira de aquellos, por lo que adpoté una actitud de pasar un poco desapercibido para no llamar su atención.

Menos mal que aquel campamento solo duró unos poco días, porque aunque no lo recuerde claramente, tengo el recuerdo de que cada vez que me cruzaba o tenía que estar cerca de ellos, yo no estaba tan cómodo.

Era curioso. Yo que solía caer en gracia normalmente y era apreciado en el círculo de mis amigos, no podía actuar de una forma tan natural si sabía que la reacción de aquellos dos malotes hacia mi iba a ser, de que molesto y se meterían conmigo. Sin embargo y curiosamente, alguien que para mucha gente era un poco repelente por su actitud de mentiroso y de egoista, era el que mejor había caido en gracia para aquellos dos chavales. El mundo al revés.

Aquí ya ví que no importa quién seas, sino quien aparantas ser. Aunque en un lugar te conozcan y sepan como eres, en otro lugar te pueden considerar de otra manera totalmente distinta.

Además,sentí un poco la gelatofobia, el miedo a que se rieran o me menospreciaran. Era una sensación que no sabía como gestionarla.

Campamento de verano 2

Esta vez, ya con 13 años, pero por seguir un poco el tema del campamento, había sacado unas notas muy justas en la asignatura de Euskera y por ello mis padres decicieron enviarme a un campamento de verano para reforzar el idioma donde se estudiaba algunas horas y se hacían actividades en otras. Me lo pasé bien la verdad pero aquí ya, como sabía lo que había, fui en un principio a observar y a no dar la nota mucho para que no me dieran ninguna etiqueta.

Justamente, ya había dos chicos más jóvenes que yo y bajitos los dos, donde uno era morenito y otro con aparato dental llamado kevin e iban de graciosos los dos. Al principio se llevaban muy bien, porque claro, los dos se reían de lo que decían, aunque a veces rozaban las faltas de respeto hacia ese campamento en general.

Pasó el tiempo y al cabo de unos días ya hicieron un grupito y claro, ahí los dos roles de graciosos o dos líderes con la etiqueta de gracioso, pues como que chocaban. Además, a Kevin le gustaba ser un poco más lider y se le veía con más maldad que al morenito, donde este último simplemente era gracioso porque era un inquieto y Kevin utilizaba más el humor para hacerse notar, destacar y llamar la atención. Asi que aquella amistad, se tornó en una pesadilla para el morenito, ya que Kevin comenzó una campaña de acoso y derribo hacia él, donde puso a mucha gente en su contra, empezó a insultarle, a meterse con el… además Kevin se echó una novia y pues era el claro ganador, haciéndole medio buying o puteándole cuando podía al morenito, que este se defendía también como podía y aunque es cierto que el morenito a veces cansaba a la gente por lo «pesado» que podría ser, otros le dábamos ánimos porque se veía que lo estaba pasando mal.

Incluso su actitud cambió , de estar todo el día hablando con energía y dicharachero, a estar con una cara seria, mostrando pocas ganas para hacer algo y llorando de vez en cuando, lo cual esa debilidad, era aprovechada por Kevin para hacerle el gesto de lloron.

Yo en mi caso pasaba de esas tonterías, era algo mayor que esos chavales y la gente que como yo, ibamos a lo nuestro, me dieron una etiqueta de que era un tío al que tenían que respetar y de no meterse conmigo, porque era mayor y que iba a mi bola sin entrar en esos juegos de apoyar a uno u a otro. Y no me sentía mal con esa etiqueta la verdad, nadie se metía conmigo, todos hablaban de manera correcta conmigo y me pedían opinión incluso para algunas cosas.

Al tener yo esa etiqueta, en una actividad de rellenar globos de agua para luego hacer una batalla, me tocó en el bando del morenito y obviamente, Kevin estaba en el grupo contrario. Pues como siempre tenían piques entre ellos, no sé de qué manera uno del grupo contrario vino a rebentarnos los globos de agua que ya teníamos preparados en un balde. Yo, le ví y como me molestó tanto lo que estaba haciendo y como yo tenía confianza de ser quien era alli, le coji, empujé y le dije seriamente y con una tensión de conflicto «que haces? Fuera» y se largó.

Aquí yo sentía el poder que tiene el que te den y te sientas con una etiqueta para ser tú mismo. Todos podemos ser de cualquier manera, solo hace falta que nos lo creamos.También vi el peligro de destacar mucho, que tanto para lo bueno, como para lo malo, vas a estar en boca de todos, por lo que opté por no llamar la atención de primeras en ninguna otra situación.

Todo lo que estoy diciendo, me recordaba a la escena de Space Jam, donde los looney toones estaban perdiendo por mucho, pero Bugs bunny inventa una poción mágica que se trata de solo agua, pero el efecto de creer que lo que están bebiendo les hace mejores, simplemente creyéndoselo, es suficiente:

 

El loco del pueblo

Habían rumores de que en nuestro pueblo habia un chaval un año mayor que nosotros y que estaba muy loco y que era peligroso, que se le iba mucho la cabeza. Me contaron que en una pelea en su clase, cogió unas tijeras y se las clavó a otro en la sien. Un chaval de 13 años clavándole unas tijeras a otro… Se decía que incluso los profesores le temían y que nadie le quería en su clase por lo descontrolado que podría ser.

No parecía el típico chulo de estos que es más apariencia por la edad del pavo que otra cosa, más bien era un chico que era así y venía de una familia humilde, un chaval alto y athletico que era el que decía cosas y aunque fueran barbaridades, nadie le decía que no porque su locura imponía. Tampoco iba abusando por ahí, pero cuando se le cruzaba alguien, pobre de él o ella. Daba respeto escuchar su nombre e imaginarse su presencia cerca.

A mi todo eso me lo contaron, y más o menos de verle alguna vez, me imaginaba quién podría ser. Aunque después de pasarme lo de los muñecos, ya estaba un poco más duro en el sentido de no dejarme tomarme el pelo por otros.

Una de las veces que estábamos mis amigos y yo en una especie de parque que tenía una pared de piedras salientes bastante alto. Pues yo con lo que me gustaba jugar y porque la época era de de demostrar, de atreverse a hacer cosas y locuras,  acompañado por otro amigo empezamos a subir ese muro (donde si nos caiamos podía ser muy peligroso), mientras el resto del grupo nos miraba desde abajo riéndose y asombrados de nuestra iniciativa. Algo así pero siendo piedras más salientes:

Empezamos a hacer tonterías mientras subíamos y cuando ibamos por la mitad del muro y en una de estas escuchamos:

«Eh tu flipado, que haces?!? Flipado, payaso, baja».

Pues era aquel «chico loco» y sus amigos, que estaban dando una vuelta y casualidades que llegaron a parar al mismo punto donde estábamos. Cómo yo estaba haciendo el mono y no me conocían, parece ser que no les gustó mucho que otro anduviera haciéndose el gracioso.

Pues nos empezaron a echar piedras de arena que se rompían al chocar con la pared, ya que yo veía reventar dichos proyectiles y me puse serio y empecé a bajar poco a poco (el amigo ya había bajado antes casi sin darme cuenta yo). Y bajé y me acerqué a mi grupo donde estaban también el loco y sus amigos, donde este me dice:

«qué haces subiendo ahí? Eres tonto?»

En tono tranquilo pero a su vez amenazante, como diciendo «sólo yo puedo hacer eso y si lo haces tú, está mal». Yo le contesté:

«qué pasa? qué»

En tono defendiendo mi postura. Replicó el «loco»:

«pues que haces flipado, fuera de aquí, eh»

y se me puso cerca de mí,medio encarándose, con sus amigos medio de risa y me dio un empujoncito. Yo sin achantarme y pensando que por la fama que tenía aquel chaval quizás era mejor dejarlo pasa , pensé «que coño, ¿que me va a pasar? ¿Que empecemos a pelear? Pues que así sea» y le metí otro empujón en respuesta a ello. Y él seguía en plan:

«cuidado chaval… que te meto una… bah, vámonos, gilipollas que eres»

y yo aguantando el tipo. Poco a poco se fueron mientras yo no decía nada pero aguantaba. No sé ni cómo había pasado pero la cosa quedó en eso, para mi un empate.

Por eso empecé a notar que en la calle, si que me tenía que defender de alguna manera y que mi forma de ser y de lo que yo hacía, era lo que me podía traer esos problemas. No me había pasado de momento nada especialmente grave, pero esa sensación empezó a rondarme la cabeza.

Aún así, ese loco «problemático» el año que siguiente de este incidente, se cambió de su escuela a la mía.

Y ante todo pronóstico, nos empezamos a llevar muy bien ya que era mi territorioy me desenvolvía bien, además que estabamos por la misma causa, donde «el enemigo» eran ya los estudios y los profesores.

Resulta que aquel loco, era escalador y por eso tenía tanta fuerza y bueno, la gente le tenía miedo porque a veces no controlaba su energia y hacia daño a la gente, pero no con maldad, sino por ser un bruto y cuando ya empezaba a sufrir la persona, paraba.

El caso es que no lo sabía, pero este chico tenía una hermana de su misma edad, que también vino a la escuela con él, la cual la llamaremos «Amazonas».

Siguiente: Año 2002

Deja un comentario