A todos nos gusta agradar a los demás y creo personalmente que, dentro del sinsentido de la vida, el mayor sentido tiene el hacer feliz a los demás con nuestra presencia y que los demás nos la hagan con la suya.
Dicho esto, creo que yo soy así naturalmente, por lo que tengo la ventaja de al ser yo mismo con ganas de que yo y los demás, estemos bien por encima de todo, sea yo mismo y agrade al resto sin apariencia dificultad.
El problema claro está, cuando siento que eso no es así, cuando por yo ser justamente una persona que quiere que el resto esté bien y al hacer esto, reciba una respuesta aparentemente contraria a ello, es decir, que alguien se moleste, me diga algo malo, se enfade… es cuando ocurre mi cortocircuito.
Si yo quiero que todos estemos bien y lo intento, pero ello me lleva a que justamente consiga lo contrario, ahi debería de entrar una respuesta que no sé cuál es la adecuada.
Claro que el buscar la felicidad en los demás, a veces no es sano ya que te olvidas de ti mismo y no te das prioridad.
Por ejemplo, la verguenza, es de los sentimientos más estúpidos pero que más lo sentimos los humanos. Imagínate que yo quiero bailar en medio de la calle porque me apetece mucho y me sentiría bien haciéndolo. No molestas a nadie, no haces nada malo, sin embargo, no lo haces por verguenza, porque nadie más lo hace y porque llamarías la atención. Entonces, hay una lucha entre tus deseos y la sensación de no agradar a los demás por ser diferente y único. Es más, el hecho de bailar en la calle, así sin más, ni se nos plantea en nuestra mente, porque directamente la rechazamos.
Y luego estamos todo el mundo diciendo que cada uno es único, que viva la diversidad, el ser diferentes… pero en el fondo no dejamos que los demás lo sean. Pero bueno, no es la primera ni la última vez que los humanos seamos teóricamente muy tolerantes y prácticamente nada tolerantes.
Por lo que sí, ser como quieres ser, tiene un alto precio en este caso.
En teoría todos deberíamos de hacer lo que nos de la gana, a no ser que el objetivo es causar daño a otros. Y yo soy fiel a ese pensamiento. Lo único que no soy capaz de defenderlo y eso me jode mucho y me deja medio depresivo. No quiero ser como la mayoría de la gente, quiero ser como quiero ser, pero veo que no soy lo suficientemente fuerte como para hacer frente a pensamientos contrarios al mío, que los tienen la mayoría.
Ojalá (siguiendo el ejemplo anterior) bailase las veces que me diera la gana y a las críticas de «qué estás haciendo, para por favor» no les hiciera ni caso y vieran que conmigo no pueden hasta que lo vean algo normal en mi o que si me intentan fastidiar, me pueda enfrentar a ellos y no me diese miedo a quedarme solo o que me apartasen por yo hacer eso. OJALÁ. Es lo que más desearía. Porque además, sé que serviría como modelo para muchas personas que no se atreven a ser como quieren por culpa de la mayoría de la sociedad. Pero no soy lo suficientemente valiente para ello. Es mi pena y me jode.