08/11/24 Viernes

 

13:11

Al final he ido a dar una vuelta en bici y ahora toca escribir estas líneas que ya tocaba y que estos dias quizás tampoco me ha dejado estar tranquilo conmigo mismo.

Estuve el martes con el psicólogo y hablamos sobre todo de dos temas muy interesantes.

Por un lado está el tema de la comunicación. Hay 3 tipos de comunicación generalmente para los «conflictos» que nos puedan surgir. Por ejemplo, alguien está hablando de tu ropa delante de ti y reiteradas veces se refiere a ella de modo despectivo, lo que a ti, que lo llevas puesto te incomoda. Aquí, entran en papel dos factores:

  1. Los derechos de los demás (En este caso de la otra persona para hablar sobre tu ropa).
  2. Tú propio derecho (En este caso algo que te está sentando mal y el derecho a que no tienes porque aguantar ello).

Respecto a esos dos puntos, hay 2 respuestas generalizadas en las personas que son:

  1. Ser pasivos. Siendo pasivos no decimos nada a la otra persona, nos aguantamos nuestro malestar y no hacemos nada para remediarlo. En este caso no hacemos ni caso a nuestro propio derecho y le damos todo el peso al derecho a la otra persona a que nos diga lo que sea.
  2. Ser agresivos: Siendo agresivos, le podemos confrontar de una manera directa, insultando, gritando o hablando mal a la otra persona por sus comentarios. En este caso nos damos el derecho a nosotros mismos, pero nos olvidamos de los derechos de la otra persona, que también se lo puede tomar mal.

Entonces hay una tercera variante que es la que se debería de poner en práctica, que respeta tanto mis derechos, como la de los demás: La comunicación asertiva.

Con la asertividad, se habla desde tu deseos (El de no sentirte mal por sus comentarios) y pidiendo por favor y hacerle ver a la otra persona que es lo que te gustaría sentir o no sentir, educadamente. Algo así como «Bueno, la verdad es que esos comentarios que dices me haces me molestan, me gustaría que por favor, no los hagas ya que no quiero sentirme mal». algo así sería.

Le haces ver desde tu propio sentimiento que algo no te hace sentir bien, pero siempre desde tu perspectiva y no atacando a la persona, sino a los comentarios que hace.

Después hemos hablado las etiquetas y el peso que tiene ello en nosotros.

16:48

Las etiquetas, segun el psicólogo, son muy fáciles de poner y muy dificiles de quitar. Las etiquetas son el «papel» que un determinado entorno social te da a ti, para clasificarte, para permitirnos organizar y responder rápidamente a las interacciones, pero también pueden limitar la forma en que vemos y entendemos a los demás.

Por ejemplo, si a uno le clasifico como que tiene mal genio, no le iré a pedir un favor; sin embargo, si a otro le clasifico como una persona amable, puede que por esa clasificación decida ir donde uno u otro. Pero claro, hay algunas etiquetas que no a todos gustan y esto puede generar estereotipos, prejuicios y limitaciones a las personas, afectando a su autoestima, porque muchas veces, tomamos esas etiquetas como nuestro papel y actuamos de acuerdo a ellas.

Yo le dije que siempre he tenido la etiqueta de «loco» y que no lo considero tan malo ya que cuando me lo tomaba bien de pequeño, sentía que era gracioso, ingenioso, respetable (porque estaba loco y cuidado) y sobre todo libre, no ser como los demás, tener mi propio criterio de las cosas.

Pero claro… siempre he tenido ese miedo de que eso se me vuelva en mi contra y al no tomarme tan bien, esa etiqueta se convirtió en mi perdición, porque claro, me empecé a sentir también como que nadie podía confiar en mi ni tomarme en serio porque estaba loco y decia y hacia cosas sin sentido, me sentía poco inteligente por ello, me sentía menospreciado… y esa es la parte negativa.

Para mi psicologo tener la etiqueta de loco no es nada bueno, porque historicamente a las personas etiquetadas como locas, se les ha tratado con incomprensión, aislamiento, temor y abuso. En resumen, menospreciándolas y rechazándolas indirectamente. Así me sentí yo. Pero lo peor no fue eso creo yo. Lo peor fue que no fui capaz de hacer frente a aquello que me molestaba y es entonces cuando un miedo de no poder hacer frente a los demás me invadió, creyendo efectivamente que no soy capaz de defenderme a mi mismo, incluso en cosas cotidianas, por lo que vi las relaciones peligrosas en ese sentido y al no querer ser menospreciado y darles de nuevo la razón, me aislo, cumpliendo irónicamente con esa etiqueta que no me gusta.

Y claro, al perder mi identidad de persona segura, me quedo con una identidad miedosa, lo que no me gusta.

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