En este punto, no tenía amigos pero me lo pasaba bien en casa. Simplemente no tenía amigos y evitaba salir a la calle, pero en la escuela me iba todo bien en cuanto a relaciones y me encontraba a gusto.
Además como he dicho, el fútbol empezó a ser parte importante de mi vida.
El fútbol
Probalemente capítulo separado
El fútbol nunca me interesó demasiado desde que era niño, sobre todo el verlo, ya que no tenía ningún atractivo el ver lo que hacen otras personas ajenas a mi, cuando lo que era divertido, era jugar, moverte, correr y ser parte de ello.
Por eso, no tenía un equipo favorito como lo tenía todo el mundo y parecía que el fútbol era una especie de «imposición sociocultural»que si no te gustaba, eras un bicho raro.
En casa ni mi padre ni mi madre eran forofos de ese deporte, por lo que yo tampoco. Pero si nos inculcaban el valor de practicar un deporte y como el fútbol era lo más accesible, pues es por lo que me decanté.
Recuerdo que en los comienzos del futbol, siendo un niño de 10 años, la gente me preguntaba supuestos jugadores conocidos y yo tenía que decir el equipo del que eran. Como no tenía ni idea, la gente se cachondeaba y se reía de mi, preguntandome cada vez más jugadores y yo respondía lo que me salía, porque sinceramente, no tenía ni idea. Pues si, se rieron de mi. Pero no me importo, por alguna razón, incluso yo entraba en ese juego de ser gracioso por no saber nada. Me tomé sanamente esas risas y mi imagen de «no tiene ni puta idea de fútbol».
Y tenía una edad con la que ya no se jugaba por jugar, había que federarse y comprometerse más con el equipo, por lo que me tuve que interesar más por este deporte y hacer que me gustara más. Pero aún no tenía equipo favorito.
Casi todos eran de la Real Sociedad o del Athletic de Bilbao, de aquello por ser de un equipo de la zona, algo que me parece absurdo, y que un equipo te tiene que gustar por como juega, por sus jugadores, su filosofía o algo que te atraiga de él.
Entre los años 2000-2004 un equipo «humilde» se hizo destacar con su fútbol y estaba maravillando al mundo con su juego. El deportivo de la coruña, un equipo gallego.
Como coincidió que me empezó a interesar dicho deporte, además que no era un equipo típico, me atrajo ese equipo. Además, estaba un jugador que como persona me parecía un ejemplo a seguir y como jugador era muy muy bueno: Juan Carlos Valerón.
Por eso, me hice fan de aquel equipo Gallego. Todo el mundo se extrañaba porque yo no seguía a los equipos que todo el mundo hacía, pero me daba igual, a mi me gustaba porque lo había elegido yo mismo y no quería ser igual que el resto. Claro que me tocó escuchar alguna que otra risa o comentario de que como podía ser de ese equipo, por aquello de la normalidad y tal, pero para mi, aquel ambiente del fútbol, era un ambiente de cachondeo, risas y compañerismo, por lo que no recuerdo tener ninguna sensación negativa respecto a esto. Simplemente con un argumento y autodefensa tan simple como decir «Qué, no puedo ser del depor o qué?» ya a la mayoría les dejaba sin palabras ni argumentos.
Total, que este deporte se empezó a convertir en una de mis inspiraciones y empecé a disfrutarlo mucho. Tuve una evolución bastante buena, incluso por mi buen empeño en defensa me habían subido alguna vez al equipo de los mayores, casi logrando marcar un gol con aquellos.
En aquella época yo era el revulsivo. Asi como en los entrenamientos era un toro fisicamente donde aguantaba mucho y recuperaba rápido el cansancio, en los partidos, echaba dos o tres carreras y ya estaba débil para todo el partido. No sé si por los nervios o porque en los partidos es más tiempo constante moviendote y corriendo que en los entrenos, pero eso me pasaba, empezaba fuerte y acababa rápido, sin fuerzas.
Por eso, solía ser el primer cambio para las segundas partes, donde empezaba con mucha velocidad y energía, creando un gran peligro al rival y haciendo jugadas interesantes. La gente me aplaudía y me animaba y eso me emocionaba y motivaba.
Un día incluso marqué un buen gol. Recuerdo que eso, me hizo venirme muy arriba y en los siguientes entrenamientos, tenía en la cabeza repitiendome “eh, que he marcado un gol” y todo lo que hacía en los entrenos, me salía bien. Incluso los compañeros me decían “jode, este ha metido un gol y mira que arriba está, le sale todo”. Sí, estaba en estado y me salía todo.
Y este es otro ejemplo más de que no somos nada más de lo que creemos que somos. Yo al menos actúo así. Todo está en la mente y en la confianza que tienes en las cosas. En ese momento me creía bueno, y al yo creermelo lo convertía en realidad.
Además de esto, un entrenador también me dijo:
«Joder García, es un lujo tenerte como jugador. Creas buen ambiente, sempre con una sonrisa, y no das problemas. Aceptas las decisiones con madurez y deportividad.»
Y era cierto. Normalmente la gente siempre quiere jugar lo máximo posible en los partidos. Lo que pasa es que éramos 25 en el equipo y solo pueden jugar 11, lo que hacía rabiar a la gente si no jugaba. Pero es que todos no podíamos jugar y yo era consciente de que si yo jugaba, tenía que haber otro que no jugara y viceversa.
Por eso yo nunca me enfadaba, nunca protestaba y simplemente disfrutaba de ser parte del equipo y de estar con la gente, ya sea animando desde el banquillo o jugando en el cesped. Aceptaba cualquier decisión de mi entrenador, que para algo era el entrenador.
Pero aunque no me importara, también me di cuenta, que por mi no enfado, «se aprovechaban» de alguna manera y como yo no me quejaba y había otros que quizás sí, el entrenador me solía sacrificar a mi antes que a otro para evitar tener problemas.
A veces, la gente me comentaba que no es justo que jugara tal persona antes que yo, que me lo merecía más y en algunos casos, era evidente que tenía que jugar yo. También es cierto, que mi entrenador era genial y al menos me daba esa explicación de «Garcia tranquilo, le he puesto al otro porque este fin de semana le tocaba a él, el siguiente juegas tu, vale?» Y ese detalle, al menos sentía que me tenía en cuenta. Lo importante que es hablar.
Aquí me empezaba a pasar un poco como a mi madre, aunque en este caso, a mi no me importaba. Parece ser que hay que hacer ruido para que te hagan caso, no ya para conseguir aquello que quieres, que también, sino para conseguir aquello que te parece que es justo. Yo muchas veces espero que lo justo o lo correcto, pase porque es lo lógico, pero no es así. Hay que «luchar» y moverse en ese sentido para conseguirlo.
Lo dicho, valoraba más el estar con mi equipo, el buen ambiente y las risas, antes de jugar o no jugar, eso me daba un poco igual. Además era de las únicas vías que tenía para socializar y me cubría la carencia que me producía el no tener amigos con quien salir. Todos los fines de semana había partido, asi que perfecto.
Por cierto, ni mi padre ni mi madre fueron nunca de manera regular a verme jugar ningún partido, cosa que no me molesta ni me importa, pero ahora que lo pienso, si es algo curioso que unos padres ni siquiera vayan a verle a su hijo jugar,¿no? A veces mi padre sí que iba a verme a las segundas partes y de alguna manera me gustaba, aunque no era algo de echar en falta.
Igual meter lo del prototipo tb aqui
El pueblo de verano
Probablemente capítulo separado
Los veranos, solíamos ir toda la familia a finales de Agosto a pasar unos días a un pueblo de la sierra de Palencia, un pueblo muy pequeño rodeados de montaña.
Pero aquí me pasó algo muy curioso. Cuando yo tenía unos 5 u 6 años, me encantaba aquel pueblo tan rural y tan natural. Era un niño que me gustaba socializar con la gente de allí y me encantaban los animales, habiendo muchos perros, vacas y de todo tipo de cosas que te puedes encontrar en un pueblo de montaña.
Recuerdo que había ciertas chicas con las que me llevaba muy bien y me llevaron a su casa a enseñarme unos gatitos recién nacidos, donde tengo recuerdos que los alimentaba yo en mis brazos con un biberón y nos hicimos tan «amigos», que aquellas chicas algo más mayores que yo, me escribieron una carta haciéndose pasar por papa noel para navidad.
Me encantaba aquel pueblo.
Pero de repente, en los siguientes años y yo un poco más crecido, ya no quería socializar ni con aquellas chicas ni con nadie de aquel pueblo. Me producía cierto rechazo e incomodidad estar allí, sobre todo por las personas del popio pueblo. No tenía sentido, de un año de estar bien, al siguiente de no querer saber nada de él.
Todo ocurrió sin aparente razón, pero pensandolo bien, puede que sin yo darme cuenta, en mi cabeza se instalasen ciertas ideas.
Creo que todo vino a través de mis padres. Por un lado y al igual que en la calle de mi propio pueblo, apenas se relacionaban con el resto de gente que estaba por ahí, de vacaciones o con autóctonos. Si acaso charlaban un rato con algún conocido y poco más.
Pero yo veía que el pueblo en sí, todos se hablaban, se saludaban, charlaban entre ellos, hacían bromas, se contaban más o menos su vida… y no se parecía nada a como actuaban mis padres. Era como que ibamos, de nuevo, a nuestro aire, ajeno a ese sentimiento de pertenencia. Y quizás, yo viendo esto al final replicaba lo que mis padres hacían, no apeteciéndome relacionarme con otros.
Pero sobre todo, tengo un flash de un recuerdo, donde mi madre hablaba de la gente del pueblo en sí. No recuerdo sus palabras exactas, pero fue algo así:
«Es que la gente del pueblo son unos envidiosos y son gente que no soportan ver a nadie mejor que ellos. Si quieres plantar un arbol, seguro que te denuncian porque no tienes permisos. ¡Pero a ellos que más les da! Si ven que tú quieres hacer algo, te intentan sabotear y fastidiar porque son gente envidiosa, de poca cultura y no ven más que ello mismos estar bien y querer destacar ante el resto y al que intente algo, a fastidiarle y machacarle»
Eso, yo no lo sabía interpretar como un adulto, y lo hice como un niño, entrándome esas sensaciones de miedo, rechazo y que había poco amor en aquel lugar por el resto.
Como prueba, tengo este audio que le grabé a mi madre, que incluso hoy día, mantiene ese discrurso sobre la gente del pueblo etc:
Y supongo que aunque la gente no me había hecho a mi directamente, el notar esa desconfianza de mis padres hacia ellos, yo adoptara la misma sensación.
Pasó de ser un lugar para divertirme, socializar y donde tenía ganas de ir a ser un sitio donde no me encontraba cómodo cuando estaba con otras personas que no fueran mi familia y percibía a aquellas personas como gente que buscaban solamente el objetivo de beneficiarse de alguna manera ellos mismos y no por amistad ni cariño, sino por un interés egoista.
Además, es cierto que en aquel pueblo, la gente utilizaba mucho el humor de pueblo, aquel humor que sirve para reirse entre ellos y meterse de una forma «graciosa» los unos con los otros.
(Video de gañan o el de cruz y raya que iba en bici con la lente empañada)
Siempre estaban con ese tono de broma y juzgando sarcasticamente lo que el otro hacía. Pero es que aquella gente era así, les gustaba ser los graciosillos y creerse los mejores en lo suyo. Es verdad que eran competitivos en ese sentido. Pero es que ellos eran así, no hay más.
Lo que si es cierto es que el gran miedo a no abrirme yo a ellos, vino por ese humor y por esa competitividad pueblerina que tenían. Relacioné todos los conceptos que tenía y concluí en que aquello podía salpicarme y que se podrían meter conmigo y yo al percibirlos como «egoistas», mi miedo fue que me podían rechazar por algo característico mío que era el humor. Ese era mi gran miedo allí y apenas abría la boca en presencia de gente del pueblo.
Había otros niños/chavales granujas de mi edad que veía que hacian gamberradas, hacian el tonto y las liaban y eso a mi también me gustaba, pero notaba que no podía unirme a ellos, por esa sensación de rechazo que tenía, sintiendo un poco de rabia al no ser parte de ellos.
Mis hermanos se daban cuenta de esto, porque cuando estábamos en la casa del pueblo solo la familia, yo era un terremoto y no paraba de vacilar, tomar el pelo, molestar y meterme con mis hermanos. Pero luego, cuando salíamos los 3 de casa y nos juntábamos con los demás amigos, parecíera que yo fuera muy tímido o mudo.
Tenía ese miedo a hablar o a decir cosas y que me trataran como tonto. También porque estaban mis hermanos y no quería mostrar que eso me podía afectar delante de ellos, como que de alguna manera perdería mi poder.
A pesar de todo, yo queria estar ahí con la gente, porque me parecía guay lo que hacían y me llamaba la atención, pero no me atrevía a abrirme, por lo que si me obligaban a ir con la gente, bien, pero no participaba a penas, por lo que mal.
Aunque es cierto que con la adolescencia mejoré este miedo que tenía y pude socializar mejor en aquel pueblo por una pequeña temporada.
La sonrisa
Pese a todo lo anterior, era feliz. No sé, confiaba en la gente a pesar de tener esa especie de desconfianza en según qué lugares, como en la calle o el pueblo.
Tanto es así que sonreía mucho y varias personas me decían a menudo eso de “Joder, eres la persona más feliz que conozco, siempre te estás riendo» Y bueno, puede ser que mi mejor arma sea la sonrisa y creo que no hay nada mejor que sonreirle a alguien.
Hoy día, quizás haya perdido la motivación para ello, pero aún muchas veces la sonrisa me sale automáticamente porque es la manera de inconscientemente de defenderme y de mostrar las ganas de estar bien con la otra persona.
Eso también creo que me ha servido de cierta manera para no ser una persona dramática. Soy lo opuesto a ello, apenas me pongo inquieto por nada. Recuerdo como algunos compañeros de clase me decían que tomaban pastillas por los nervios de los éxamenes o no podían dormir tranquilos, cuando yo me lo tomaba como algo importante, pero sin exagerar. Siempre pensaba que lo peor es que suspendiera y pensaba que habría más oportunidades para aprobar y que tampoco se acaba el mundo por un examen. Esto me suena que fue gracias a mi padre y al ver las cosas de esa manera, de que no se acaba el mundo por nada.
También cuando por ejemplo pierdes el autobús, se te pincha una rueda del coche, te quedas sin batería en el móvil, te pierdes por la calle,tienes que hacer alguna tarea que no te gusta o como me ha pasado hace poco escribiendo esta historia, que de repente se me ha actualizado la página y he perdido gran parte de lo que había escrito… para mucha gente es un drama y se ponen nerviosos y alterados. Claro que entiendo que te enfades en momento e intentas buscar las posibles soluciones, pero si no puedes hacer nada… es que es lo que hay!
También mis primos por ejemplo me dicen que nunca me han visto enfadado y lo cierto es que nunca me he peleado con nadie. Quizás me falte esto para espabilar? Quién sabe…
Por ejemplo, una de las técnicas que utilizaba de pequeño para quitarle hierro a algún asunto que me incomodaba o no me gustaba, era en pensar en algo peor, es decir, pensaba en «bueno, lo peor que puede pasarme es que me muera y no me voy a morir por esto.» y eso, dealguna manera, me calmaba.
Y hoy día puedo seguir aparentando eso, felicidad, calma y sonrisas, pero la verdad es que me siento como el chiste de Pagliacci. El chiste dice lo siguiente:
“Un hombre va al médico y le dice que está deprimido, que la vida es dura y cruel. Dice que se siente solo ante un mundo amenazador, donde no cree que tiene futuro. El doctor le responde; “El tratamiento es muy sencillo: El gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad, vaya a verlo, eso lo animará”. El hombre se echa a llorar y dice “Pero, doctor… yo soy Pagliacci”.
Pero eso lo veremos más adelante.
La llamada que casi
En la escuela me sentía tan bien y era tan yo, que un antiguo compañero de mi primera banda (llamémosle Tonio) se reía mucho conmigo y quería que yo saliera con él y sus amigos. Me quería fichar por asi decirlo.
Yo aún no estaba seguro de ello y le dije que no, pero el me dijo que sí, que lo ibamos a pasar muy bien y que me iba a llamar sí o sí el próximo fin de semana.
Y llegó el fin de semana y así lo hizo. Me llamó para que bajara y yo le dije que no. Me siguió insistiendo un rato y yo le seguía diciendole que no… pero el hecho de insistirme tanto, estuve a punto de decirle que sí bajaba a la calle con ellos… Pero el, desesperado, se dió por vencido antes y me dijo que vale, que yo vería lo que hacía y que ya no me iba a decir más.
Me dejó una sensación con pena, en la que podía haber ido con él y conocer a quellas personas a través de él mismo. Pero nunca lo sabré. Además me di cuenta de que soy muy paciente y aguanto mucho, que en ciertas ocasiones puede ser bueno, pero para lo malo tambien es malo.
Aquí me doy cuenta de que necesito que me digan e insistan mucho en las cosas, que al final no sé si como a todos, nos convencen. Esto por ejemplo, lo veo claro con mi madre hoy día. Hasta hace poco, ella hacía las tortilla de patata de una forma, hasta que yo le insistí en hacerlo de otra manera, pero ella no quería saber nada, le resultaba incómodo y siempre lo había hecho así, asique que no le molestara. En ese sentido, si que puedo ser un pesado y aunque a regañadientes y después de medio enfadada hacerme caso, resulta que quedó encantada y ahora siempre lo hace como le dije. Lo mismo con Netflix. Ella solo quería ver películas, que las series interminables no le apetecían, que quería las historias cortas y que con las pelis que echaban en la tele, le servía. Yo le insistí, enseñándole netflix, como se utilizaba con el mando, como navegar y elegir lo que quería ver… y las primeras veces, me echaba bronca de que eso no era para ella, que le dejara en paz, que le pusiera la tele normal… bien, hoy es el día en el que nadie le saca de ver series de netflix. Se pasa todo el día en ello. Lo mismo creo que pasa conmigo, y lo mismo espero que pase conmigo y con las ideas saboteadoras que tengo yo hoy dia presentes.
Y me hace falta que me repitan mucho, soy así en ese sentido y aunque diga que no, que no y que no al principio (No sé si por orgullo o por miedo) al final puedo ceder y ver las cosas de otra manera.
Los ejércitos de cada uno
Para este entonces, sospechaba que el verdadero poder o gran parte de que cada uno se sintiera bien, residía en las personas que tiene a su alrededor y el apoyo y cariño que estos le pueden brindar. En ese sentido, iba bastante bien, ya que era un chico social que hacía amigos con facilidad y caía bien por ser sencillo y por mi humor.
Y cuando yo tenía algún «conflicto» o alguien me creaba malestar por lo que fuere, buscaba motivos por las que sobreponerme a esa sensación adversa. Y como he dicho, si para mi, una de las cosas más importantes era la gente, me imaginaba una guerra fantasiosa, una lucha entre mi ejercito y el de aquella persona que me había hecho sentir mal por algo.
En cada ejercito, lucharían las personas conocidas, amigos, familiares… etc que estarían dispuestas a pelear por nosotros.
Claro, yo no sabía a cuanta gente conocía la otra persona, pero intuía que seguramente yo conociera a más gente, por lo que casi siempre imaginaba que le superaba en número y le ganaría en aquella guerra, arrasando a su ejercito.
Eso me tranquilizaba un poco la verdad, y me daba un poco más de fuerzas y ánimos a mi mismo. Y sí, aquí entraba incluso el negrito que me encontré en aquella piscina de la república dominicana, acordándome de él y donde este, lucharía a mi lado.
Fantasías aparte, otro de los recursos que yo utilizaba cuando tenía algún momento de bajón o malestar con alguien, era en pensar en lo importante que yo era para los demás. Recuerdo una vez, que me monté en el autobús para ir a la escuela y estaba de bajon, triste o con miedo, no lo sé, no me sentía tan bien. Entonces, para darme autoapoyo pensé en lo siguiente:
«Vale, puede que estés dudando un poco de ti, que lleves una racha que todo te sale mal y que tienes enemigos por todos los lados. Pero esto no es así por norma general. Es decir, si este autobús, ahora mismo sufriera un accidente… creo que la gente que pasa por ahí y lo viera, nos intentaría ayudar y se preocuparían por nosotros. Es decir, nuestras vidas importan en el fondo y entre nosotros, nos ayudamos.»
Y esa simple reflexión, no sé si absurda o con mucho o poco sentido, me hacía sentir valorado y con ganas de seguir viviendo mi vida con menos miedo y más seguro e importante para mi mismo y para el resto.
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