Bachillerato

Aquí iniciaba otra época para mi, bachillerato, donde nos mezclaban a distintos alumnos de distintas escuelas, algo que me parecía genial ya que así podría conocer a más gente. Además, me tocó en la clase con varios conocidos e incluso del fútbol, por lo que todo pintaba bien.

A no ser, porque yo había cambiado totalmente de ser una persona totalmente distinta a como me conocían antes.

Ahora era más callado, parecía tímido y no tenía la personalidad que antes aparentaba. Las bromas y las risas, incluso los vaciles que antes hacía de forma cariñosa con otra gente, habían desaparecido y aunque alguno si me seguía con la coña, yo intentaba también pero no me salía. Ya no era yo.

En fin, que me eligieron como delegado de clase, porque supongo que aún algo de aura tendría. Pero hacía mal mi labor, porque eso que me gustaba a mi, el ser responsable, el ser gracioso y el velar por la clase, había desaparecido. No me sentía nadie por luchar por la clase y a algunos les molestaba mi pasividad ante el tema o de que parecía no tener claro mi labor y desempeño. Y es que algo que me empezaba a costar era realmente concentrarme en las cosas. Aquel sentimiento hacía que quisiera estar solo y cuando tenía que estar con gente o hablar de algo, no se me ocurría nada, me encontraba mal socializando y la concentración se mermó a casos extremos.

La solución al problema de matemáticas

La intensidad de mi malestar variaba depende del día y de las interacciones que tenía con la gente. A cada más atención podría haber en mi, peor lo pasaba (Cuando antes era casi lo contrario).

Un día en clase de matemáticas, la profesora nos puso en grupo para hacer unos ejercicios. Para aquel entonces, yo no tenia ni idea de lo que nos pedía y es más, lo que hacía para ir aprobando como podía las asignaturas, era en clase no prestar atención (Ya que aquel malestar me lo impedía) y en casa hacer lo que pudiera para estudiar, centrarme y poder hacer algo.

El caso es que nos había dado tiempo para hacerlo en grupos de 4 parece ser y todos debíamos de aportar algo. Eran diferentes ejercicios y el grupo que me tocó, justamente nadie parecía tener mucha idea, por lo que bueno, algo es algo.

Pero a mi, el simple hecho de interactuar con una persona me parecía un puto horror ya que yo parecía no tener ni voluntad ni personalidad ni nada.

Nos repartimos los ejercicios y yo empecé a escribir el enunciado y después como a que empezaba a hacer algo.

Bien pues aquella sensación jamás lo olvidaré y era lo más parecido a una despersonalización que había vivido jamás. Intentaba pensar en cómo empezaba ese ejercicio, pero volvía a mirarlo de nuevo porque no me acordaba. Escríbia pero, no sabía como seguía. De los nervios, era incapaz de concentrarme y retener los números. Cuando los demás me preguntaban que a ver si había hecho algo, yo no sabía ni qué contestar, no podía hacer nada, ni hablar como una persona normal.

No sé, todos esperaban mi respuesta, pero lo que hacía era mirar al enunciado y mirar a lo que estaba escribiendo yo y poner cara de circustancia. No me imaginaba lo que los demás estarían pensando en aquel momento.

Quería que fuera la hora y largarme de aquella aula como pudiera. Cogí la calculadora como para hacer algo, pero no era capaz ni de poner los números correctamente, ponía un par de ellos, miraba, retenía como podía, lo ponía en la calculadora, pero lo hacía mal, volvía a borrar, volvía a mirar al enunciado, intentaba centrarme pero no podía… no sabía ni lo que estaba haciendo, estaba fuera de sí, no podía soportar esa maldita sensación… y eso que estaba con un compañero que el año pasado estaba con él como si de un buen amigo se tratara, pero ahora simplemente me producía estrés y malestar su presencia y la de cualquier otro.

Sea como fuere, acabó la hora, obviamente no hice nada y los demás tampoco. Me largué con una sensación de despersonalización y viendo todo el entorno como jamás antes lo había vivido. Una sensación muy antinatural, muy destructivo… estaba sufriendo de alguna manera, como si de alguna manera la gente lo notara peligrosa para mi y yo sentía que no era nada, vamos como el local pero sin que la gente se metiera conmigo y extrapolado a todo“normalizando” esa sensación.

El horror personificado era, la paranoia andante y la persona sin serlo.

El perrito faldero

Otra de las cosas que más recuerdo era cuando una compañera de clase, andaba de bromas con otro compañero y yo, como a este último le conocía del año pasado y para él también estaba yo loco y solía decir cosas graciosas, pues me tenía estima.

La cosa es que yo ya no era yo y alguna vez cuando el chico se reía de ella en plan a buenas, yo también lo hacía. Una vez, esta chica se enfadó con el otro chico y conmigo, ya que este último me metía en sus bromas como acompañante y esta chica se refirió a mi como «Si y Ander que es tu perrito faldero que siempre se ríe de lo que haces…» como que yo simplemente le seguía la estela a mi amigo. Y era verdad, yo ya no tenía personalidad propia, simplemente reaccionaba a lo que otros hacían, lo cual me jodía mucho porque me impedía disfrutar a mi y que me llamaran eso, me jodió mucho, porque no tenía mi esencia, que tenía que seguir únicamente, lo que hacían otros, pero a desgana y por hacer algo.

No me gustó ni un pelo como me estaba sintiendo en bachillerato, por lo que se lo comenté a mis padres y este me llevaron a Donosti por primera vez, donde un Psicólogo.

Mi primera psicóloga

Habré pasado, como por no sé, más de 5 psicólogos en mi vida, pero esta fue la primera y creo que la que más razón tiene en lo que me dijo. No sé cuántas sesiones hice con ella, pero lo único que conculyó conmigo es que «me faltaba mala leche».

Deja un comentario