Mi nueva situación

Todo esto pasó y fui a casa a comentarles a mis padres lo ocurrido. Le conté a mi padre todo el tema de Psycho y lo que me llamaba hervores etc y recuerdo que decían,

“pero bueno, ese chaval de que va, llamándote que si te falta un hervor, eso no es normal”

y mi madre replicó,

“si quieres, vamos a hablar con los padres del chico a ver si se soluciona”

y yo eso era lo último que quería, que a mis supuestos amigos, metiera a los padres en esto, pudiéndome sentir yo aún más cobarde de que tengo que recurrir a mis padres para solucionar un tema de amigos, que no pude hacerlo yo mismo en su momento.

Les dije que tampoco me apetecía estar ahí, que no eran mi tipo de amigos y las cosas se calmaron. Yo, obviamente estaba cabizbajo y mi padre vio eso y me llevó a dar una vuelta a un pantano. Yo estaba bastante absorto, por lo que no recuerdo bien, pero me contó una experiencia suya de joven, que él le tomaba el pelo mucho a una persona en plan cachondeo y que esa persona una vez estalló y le dijo de una forma repentina y brusca que le molestaba lo que mi padre le estaba haciendo. Mi padre se quedó extrañado porque no se daba cuenta de que le pudiera molestar a esa persona. Así, cambió la actitud con él y desde entonces, hasta ese día que fuimos al lago, esa persona se convirtió en uno de sus mejores amigos. Que gracias a ese compañero que le dijo claramente lo que le molestaba, pudieron arreglar las cosas.

Me pareció una buena historia, pero yo ya había tomado la decisión y era demasiado tarde y ya me encontraba en ese bucle negativo de sentirme cobarde, de sentirme con esa etiqueta de loco que no me gustaba, asique tenía que salir de aquella situación como sea.

Me quedaba el fútbol y la escuela como siempre, pero no era suficiente.

Salir a la calle, me daba auténtico terror, por si me juntaba por casualidad con mis recientes examigos del local, sobre todo con la persona que me había hecho sentir tan mal, ya que tenía ese poder de hacerme sentir menospreciado y humillado y el mero hecho de imaginarme el volver a sentirme así, hacía que tuviera pánico a pisar la calle.

Asique tenía que salir de aquella situación como sea, ya que tenía que cubrir la necesidad de poder salir a la calle con seguridad, pero no encontraba a nadie. Hasta que se me encendió la bombilla: La morena.

A por la Morena

En un intento desesperado por tener apoyos fuera de mis sitios seguros y poder seguir saliendo a la calle haciendo planes pensé en Morena.

Sabía que entre nosotros había feeling, aunque no tenía ninguna certeza de que yo le gustara ni estaba seguro de que quisiera nada conmigo. Pero ya no tenía nada, había perdido todo y ella me gustaba, era mi última esperanza.

Pensé en decirle que me gustaba y que si quería empezar una relación conmigo (omitiendo claro está lo mal que estaba y de que había abandonado a mis “amigos”). Se me ocurrió un lugar en el que podíamos quedar con intimidad (como lo pensé en el episodio de amazonas) y mientras mis ganas de decírselo a la cara y estar con ella aumentaban, me conecté al messenger que tan útil era por aquellas épocas para chatear con gente.

Era un sábado y sabía que Morena no era muy asidua a conectarse al messenger por lo que esperé mucho tiempo a la espera de que se conectase y para comentarle mis intenciones de quedar con ella. Hasta que de repente y llegando ya el domingo al mediodía… Tachán!! Veo que se conecta.

Espero un rato y le digo un Hola. Seguidamente me contesta y hablamos un poco de cosas banales. Le dije que necesitaba decirle algo y que quería quedar con ella en persona. Ella sorprendida me dijo que por qué quería quedar, se extrañó mucho y yo le dije que se lo diría en persona, pero que para mí era importante. Y me dijo que mañana en la escuela se lo podía decir, pero yo le recalque la urgencia y la privacidad del asunto que quería tener con ella a solas. Entonces ella aceptó, me dijo que vale que de acuerdo, que quedaríamos entonces.

Yo contento ya había conseguido mi objetivo! No podía esperar más la oportunidad de decírselo y de quitarme aquella espinita esa de poder tener una relación de pareja con alguien por primera vez en mi vida y de que aquello me podía sacar del fango en el que estaba metido. Seguidamente mi idea era quedar esa misma tarde, para soltárselo y descubrir si era correspondido o no. Pero de repente me dijo que ella no podía aquel domingo.

“No me jodas! Mañana es lunes y empieza la última semana de la escuela! No es lo mismo!” (pensé para mis adentros)

Me propuso quedar el lunes después de la escuela a las 5 de la tarde, que era donde ella tenía un hueco, pero que se tenía que ir a las 5 y media porque tenía alguna otra historia y no podía estar mucho tiempo.

Yo en un principio acepté, aunque las condiciones no eran las idóneas y no me convencían del todo. Mi idea de cómo decírselo y mis planes se fueron al traste pero bueno, al fin y al cabo se lo iba a decir.

Pero… después recapacitando, entre lo de la prisa que tenía de marcharse el lunes a las 5 y media, entre que tenía que moverme a su pueblo porque no vivía en el mismo, entre que noté que ella me lo estaba diciendo para no decirme que no y porque le había insistido y como que me estaba haciendo un favor… finalmente cancelé la cita. No lo vi claro ni tenía el momento idóneo para decírselo, asique al final le dije que no importaba que al final no era nada y que no se preocupara, por lo que me respondió que de acuerdo.

Y así, otra vez echándome atrás en algo que quería conseguir, otra vez cobarde de mí, no me atreví a hacerlo.La segunda vez que actuo cobardemente. Quién sabe qué pasaría si me hubiera atrevido, seguramente me diría que no, pero lo hubiera intentado y me hubiera quedado bien. O me hundiría más? O me diría que bueno que se lo pensaba? O me diría que directamente que sí?

Jamás lo sabremos, porque otra vez, utilicé la técnica de escaparme. Así he sido, por cobarde he aprendido a no saber enfrentarme a nada.

Total que ese domingo no iba a conseguir nada y me quedé en casa. Mañana era lunes y empezaba la última semana de la escuela, aunque en realidad serían 3 días nada más, el miércoles ya todos cogíamos fiesta y el siguiente año sería el tan ansiado curso de Bachillerato.

Última semana de la escuela

En la escuela seguía estando seguro, sabía que ahí no estaban mis examigos y sentía cariño por parte de otros estudiantes. Pero entonces, empecé a intentar encontrar una razón por lo que sentía toda esa humillación por parte de mis amigos del local.

Yo, era la misma persona tanto en la escuela como en el local y aunque pudiera tener una pequeña variación de actitudes, era el mismo. Y tanto las reacciones de la gente de la escuela, tanto como las del local, eran muy parecidos hacia mi persona.

¿Por qué entonces, en la escuela no le daba tanta importancia a lo malo que pasara o porque yo reaccionaba diferente o de una manera más positiva en un ambiente y en otro peor?

Está claro, que lo que yo buscaba en la calle, eran unos amigos de verdad, como ya he dicho. Algo que me perteneciera. Los de la escuela, también me pertenecen e importan, pero todos estábamos ahí por obligación, solo por unas horas concretas y aunque conseguía crear lazos estrechos, me tomaba bien casi todo lo que ocurria ahí y si sentía alguna falta de respeto hacia mi, pues tenía la fortaleza o las herramientas de intentar solucionarlo por mi mismo, pedir ayuda y consejos al resto o de pasar del tema.

En cambio con mis amigos, tenía que sentirme respetado, lo que pensaran de mi me importaba, porque iba a ser para toda la vida, era mi segunda familia y que me quisieran era fundamental para mi salud y mi autoconfianza. Pero no pude lograr aquella sensación.

Sin embargo y como ya he dicho, las actitudes eran similares, es decir, yo con mi forma de ser, tenía mucha creatividad para decir ocurrencias y siempre hacia gracia y me decían que estaba loco. Pero en un lugar me lo tomaba como que era mi personalidad, como que gustaba y en otra me lo tomaba como un ataque, una etiqueta sin tener en cuenta otros rasgos míos y menospreciado.

Entonces le empecé a dar vueltas ya que tenía que haber algo detrás de esos cambios de percepción, esa debilidad mía en la calle tenía que estar justificado por alguna razón coherente, había algo que se me escapaba. Porque también, no era la primera vez que sentía esa sensación de rechazo en la calle con otros amigos, algo tenía que haber.

Y eso de que creía que mi gracia, mi humor, mi creatividad y ese don de gentes que tenía, me hacia ser y verme a mi mismo como alguien simpático, agradable, gracioso, con buena vibración, extrovertido, confiado, que soy diferente pero para bien, importante…  empecé a verme, como que era una cualidad “negativa entre comillas”mía donde la gente lo podía tomar para tratarme como a un loco/tonto, para reírse de mi, donde no digo cosas lógicas, que no se nada, que se me puede menospreciar, que no soy normal, que tengo mucha locura, que soy diferente pero a lo malo y que no tengo importancia. Además esto era una sensación reciente que mis amigos de la calle me habían hecho sentir.

No le veía la lógica. No sabía por qué razón había veces que desconfiaba de lo que la gente pensara sobre mi y otras estaba muy a gusto. Hasta que pude razonar de cierta manera lo que habia pasado:

“ ¿Por qué tenía esas dos diferentes sensaciones? Y sobre todo, por qué, cuando mis amigos me notaban o veían mal cuando otros me hacían ciertos comentarios, no se preocupaban por mi? Eso significa que yo no les importaba tanto, verdad? Un momento… espera, puede ser eso, que la gente no le importa tanto lo que le ocurre a los demás… claro! La gente prefiere meterse con otros para sentirse ellos bien o simplemente no se meten para ayudar a otro, ya que se pueden aprovechar de que ya hay una víctima y no ser ellos mismos,  también uniéndose a la causa… puede ser… al final se resume en que todos somos egoístas y pensamos en nosotros primero y en nosotros el último? Tiene sentido.”

Y aquel razonamiento que hice con 15-16 años, era lo más lógico que me cuadraba en aquel entonces. Pensé que aquel dolor, aquella sensación o miedo que tenía desde hace mucho y que lo confirmé con aquellos amigos del local, se basaba en que al final cada uno mira por lo suyo, para salvarse el o ella misma y que no se metan con ellos, habiendo una cabeza de turco o alguien con el papel de tonto, para no sentirse ellos así. Lo había visto en otras ocasiones, pero no era yo la vícitima. Y ahora lo entendía. A la gente, en el fondo, no le importan los demás, sino uno mismo.

Eso me dejó un poco descuadrado ya que era algo nuevo para mi, me hacía sentir raro y chocaba directamente con mi ideología de “todos somos importantes para los demás” que de alguna manera, me hacía sentir bien y confiar en la gente.

Y llegaba la hora de entrar a una de las últimas clases antes justo del verano. Pero yo estaba un poco pasmado con lo que acababa de pensar y me quedé fuera de la clase dubitativo. Entonces una profesora me vió y me vino a preguntar.

“Qué te pasa ander? Es la hora de la clase, pero te veo preocupado. Te ocurre algo?”

Esto, por un momento, me hizo volver a pensar en que “Eh, ves como si importamos? Me está queriendo ayudar” Y le comenté lo de los amigos. No que me llamaban loco, sino que no fui capaz de entenderme bien y de tener una confianza positiva con mis amigos como para estar a gusto. Y ella prosiguió:

“Ay no te preocupes, eso pasa en todos los lados. Mirame a mi también, crees que me llevo bien con todas las profesoras? No, yo también tengo mis altibajos…bla bla”

Y eso mismo, el que ella hablara de ella, me volvió de nuevo al pensamiento de “Mira ves? Se está aprovechando de tu situación para contarte la suya también, está pensando en ella. Vale, es cierto que te quiere ayudar, pero también piensa en ella. En el fondo no le importa lo mio y sí lo suyo, parece ser”

Y cuando se fue, me quedé aún más raro, por haber pensado esto último. Entonces, inspire, toqué la puerta de mi clase, me abrieron, fui hacia mi sitio mientras algún amigo me hacia gestos de “donde has andao” y yo, haciéndole un ok con la mano, le hice el gesto de que luego se lo contaba. Llegué a mi sitio, me sentí bien hasta ahí, y me senté. Ahí supe, en el mismo instante que me senté, que algo en mi había cambiado totalmente y para siempre. Ya no fui a ser el mismo nunca más.

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